La neurociencia identifica 4 gestos para ser feliz: agradecer, decidir, meditar y abrazar

en Ejecutivos por

Comunicamos con todas nuestras acciones y gestos; es más, la comunicación no verbal ocupa el mayor porcentaje en ese proceso comunicativo.

Por eso es tan importante prestar atención a los indicadores gestuales para producir endorfinas, definidas por Wikipedia como esas neurotransmisores opioides producidos en el Sistema Nervioso Central como moduladores del dolor, reproducción, temperatura corporal, hambre y funciones reproductivas…
Este reportaje se alimenta de una serie de interesantes averiguaciones científicas recogidas por el Diario el País, en el marco de un nuevo suplemento que está editando en formato impreso y electrónico. Se llama la Buena Vida. Uno de los aspectos más interesantes que recoge esta información es que un abrazo libera endorfinas.

El coaching y la psicología positiva están de moda. Ambas son realidades incuestionables. Hacen sentirse mejor a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Las orientan en una trayectoria de construcción personal y colectiva. ¿Por qué están de moda? Porque facilitan que nos sintamos mejor y en propician un circulo de armonía a nuestro alrededor.

La neurociencia está focalizada ahora mismo en cómo estimular los hábitos que faciliten la felicidad. En el libro The Upward Spiral, el neurocientífico e investigador Alex Korb aborda la depresión desde la neurociencia aplicada a la vida cotidiana desde una perspectiva muy diferente a la que estamos acostumbrados.

Su teoría parte de todos esos entresijos, ligazones e interrelaciones que se establecen entre neuronas y neurotransmisores. El propósito de este científico estadounidense californiano (en la Universidad de UCLA) se centra en cómo con pequeños cambios podemos influir en nuestro estado de ánimo.
En concreto, el autor habla de crear una espiral ascendente: “con la que ir generando cambios positivos: con la que ir alejando esa actitud negativa que a veces nosotros generamos y que nos conducen hacia la tristeza y el malestar. Para conseguirlo, Korb relaciona 4 rituales, al tiempo que propone su realización frecuente:

Preocuparse es bueno.

Don’t worry, be happy. La famosa canción de Bobby McFerrrin no se concuerda con la realidad según Korb. El caso es que preocuparse no es malo ni nos aleja de la felicidad. Es más, este neurocientífico explica cómo las emociones negativas activan zonas similares en el cerebro.

Sentimientos tan dispares como el orgullo, la vergüenza o la culpa tienen consecuencias similares a nivel neurológico y, en consecuencia, anímico.

No sucede así, sin embargo, con la preocupación, cuyas consecuencias son perniciosas en la medida en que estamos en proceso de dar soluciones a nuestros problemas. Preocuparse, “alivia el sistema límbico al aumentar la actividad de la corteza prefrontal y disminuir la amídgala”. Sentir esa ansiedad significa que estás haciendo algo al respecto, que es mejor que no hacer nada”.

Desde la psicología social se apoya este planteamiento. Desde su prisma, “se habla de resolver favorablemente una disonancia cognitiva”.

Según esta teoría, elaborada por el psicólogo Leon Festinger, aceptaos de buen grado una solución que a priori parece nosotros con tal se ser congruentes con nuestras propias decisiones. En sus palabras: “el malestar de la preocupación lo convierto en una suerte de responsabilidad y autocontrol que me hace sentirme bien”.

A continuación, expresamos las 4 pautas que este psicólogo norteamericano ha identificado como generadores de endorfinas en cantidades generosas. A saber:

1- Hacer una lista de cosas por las que nos sentimos agradecidos.

¿Por qué cosas me siento agradecido?
Al expresarlas, según Korb, conseguimos lo siguiente:
1.1 Aumentamos la densidad de las neuronas.
1.2 Incrementamos la inteligencia emocional.
1.3 Mejoramos la calidad de nuestras relaciones personales.
1.4 Incrementa la presencia y la actividad de la serotonina y la dopamina.
1.5 Todas estas sustancias tienen relación con la motivación, el placer y la felicidad
1.6 En pocas palabras: de esta manera, fomentamos el circuito de recompensa de nuestro cerebro
1.7 También se está analizando el incremento de estas sustancias en relación con nuestra alimentación.

Sin ir más lejos, se ha demostrado que la cerveza es una liberadora natural de la dopamina. Así lo ha demostrado un estudio farmacológico de la Universidad de Indiana. Según este estudio, un solo trazo del zumo de cebada aumenta la producción de la serotonina.

2-Identificar la emoción

Dar un nombre o incluso etiquetar lo que sentimos ayuda mucho más que reprimirse o disimular fingiendo que nada sucede. En este último caso, quizá logremos engañar a alguien pero no a nuestro hiperexcitado sistema límbico (el encargado de regular las emociones).

El caso es que verbalizar las emociones mediante etiquetas o metáforas contribuye a cambios mucho más significativos en nuestro cerebro. En palabras del científico Kevin Ochsner, neurocientífico de la Universidad de Columbia: “reconocer las emociones conscientemente reduce su impacto”. Por su parte, Moria J.Smoski, del Centro Médico de la universidad de Duke, realiazó una investigación junto s su grupo de colaboradores en el que sometieron a individuos a varias resonancias magnéticas, analizando su actividad cerebral.

Los resultados son significativos: los resultados arrojaron que los desórdenes del ánimo se reflejaban en alteraciones del sistema límbico. Al igual que Ochsner, encontraron que la aceptación de las emociones ayuda a regular su efecto negativo. Esta es una de las razones por as que esta práctica se utiliza con éxito en el tratamiento de la depresión con psicotrerapia.

3-Tomar decisiones. Tomar decisiones y establecer objetivos activa un mismo circuito cerebral dentro de la cortaza prefrontral, y lo hace de forma positiva, reduciendo la asneidad y el estrés.

Cuando decidimos algo, cerramos un episodio angustioso de incertidumbres y miedo al posible fracaso, vinculado a la opción que vayamos a tomar: apostamos por una carta y estamos dispuestos a asumir las consecuencias. Eso es en el plano mental.

En el plano cerebral, tomar decisiones y establecer objetivos activa, según el mismo neurocientífico, un mismo circuito cerebral dentro de la corteza prefrontral, y lo hace de forma positiva, reduciendo el estrés y la ansiedad.

Eso sí, es importante matizar que decidir no es siempre triunfar. Así lo señala el eminente profesor de Psicología Positiva de Harvard, Tal Ben Sahar. “la perfección es enemiga de la felicidad”. Bastará con la toma de decisiones lo suficientemente buenas”. Para ello, nada como entrenarse en la meditación: en el año 2014 la revista Phychological Sience ya publicó los beneficios de esta práctica a partir de las investigaciones de Andrew C.Hafenbrack.

Este doctor, experto en Psicología de Organizaciones, realizó una investigación en la de a universidad de Sigapur por medio de la cual descubrió que 15 minutos de meditación o mindfulnesss diario contribuye a tomar mejores resoluciones, en la medida en que se considera la información disponible en el momento presente. “El mindfulness da tiempo al cuerpo estriado y a la corteza prefrontal para tomar la mejor decisión neuroeconómica o la más inteligente para la salud y el bienestar a largo plazo”, apostilla.

4. Abrazar sin pudor

En la edad adulta perdemos la costumbre inicial de abrazar a otra persona, y con ello prescindimos también uno de los ejercicios más sencillos de la vida con la secretaremos hormonas implicadas en combatir el dolor, como la oxicotina.

El contacto físico con otras personas es más importante de lo que podamos pensar. El caso es que un abrazo largo y sentido nos dará sensación de bienestar y nos dará sentir queridos y a salvo, en parte por la liberación de endorfinas y dopamina. Pero además ayuda a mejorar el sistema inmunológico.

Estos efectos beneficios se han comprobado empíricamente. En esa dirección, Sheldon Cohen, profesor de Psicología y director de laboratorio del estudio de Estrés, Inmunidad y enfermedad de la Universidad americana Carnegie Mellon (Pensilvania, EEUU) analizó el efecto de estas muestras de afecto en 404 personas.

Los resultados de esta investigación, publicada en Psychological Science, hace unos meses, sugieren, según sus propias palabras, que “sentir un abrazo de alguien en quien confiamos es una manera efectiva de reducir el estrés, y que aquellos que reciben más abrazos están más protegidos frente a las infecciones”.

Fuente de contenido: elpais.es