De qué manera contribuyen las series de televisión a hacernos más felices

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Las series de televisión son el cine de nuestro tiempo. La gente las consume con la fruición con la que nuestros padres leían, empleando las páginas de los libros como alas de la libertad y estimulante de la imaginación y la vida interior. Con un valor extra añadido: si uno se engancha a una de ellas puede pasar horas de los fines de semana navegando por sus peripecias. Y buenas historias, series de calidad, no faltan: desde Los Soprano a Breaking Bad, pasando por Juego de Tronos, los Simpsons, Sherlock o Vikingos, por nombrar sólo a algunas de las más renombradas por la crítica y el público.

En opinión de Luis Trocóniz, “el producto seriado aporta fundamentalmente certidumbre, familiaridad e identificación rápida de la trama”. La pasión es tan intensa que existen foros en Internet donde los fanáticos de las series discuten sobre temporadas completas, incluso fabrican finales alternativos. Es decir, las series amplían nuestro universo y le aportan amplitud y continuidad en un estrato de ficción. A veces uno se sorprende inspirándose en alguna actitud o comportamiento de algunos de los personajes que venera en la pequeña pantalla.

La necesidad de historias para entretenerse, ordenar la vida y sacar aprendizajes de la misma no es nueva. La practicaban los griegos en sus célebres ágoras, y también los juglares en la edad media, por no hablar de la explosión de lecturas, instrucción y conocimiento que trajo la imprenta de Gutemberg. También es muy estimable el advenimiento de la novela moderna que en Occidente podemos fijar de una manera más reglada con la publicación de El Quijote y todo el entretenimiento que trajo. También está el teatro, claro, que también tuvo su apogeo en época griega y romano. Y que no ha dejado de tener su impulso en nuestros tiempos.

Todos estos artes, mezclado con el encanto y el poder de atracción del cine, padre indiscutible de estas series, han desembocado en casi un estilo de vida, que ha sido elevado a la categoría de bienestar por la ciencia. Lo decimos al hilo del estudio que acaba de publicar la revista científica Journal of Happiness Studies, elaborado por la Universidad Loyola Andalucía.
«Quienes se declaran seguidores de cualquier producto audiovisual presentan más actitudes de felicidad eudaimónica«, explica José Antonio Muñiz, coautor del informe junto a Javier Lozano y Milagrosa Sánchez. «Esta es, aquella relacionada con la sabiduría, curiosidad o creatividad y que, más allá del mero placer, Aristóteles entendió como la plenitud de ser, del alma y la mente», aclara este profesional.

El estudio se nutre de una muestra de más de 1000 personas de entre los 18 y 46 años. El mismo número de hombres que de mujeres. Un panel de consumidores de algún tipo de producto audiovisual. Esta es la base de un estudio que, aunque se inspira en investigaciones internacionales, sólo puede aplicarse al territorio español. “La idea fue nuestra. Realizamos nuestra propia batería de preguntas”, señala Lozano, otro de los responsables del estudio.

Hay un total de 24 vías distintas para poder alcanzar las seis virtudes humanas. Sabiduría, curiosidad, motivación o apertura de mente son algunos de los caminos que conducen a la felicidad plena. “La primera pregunta del formulario era ‘¿Te consideras fan de alguna de estas series o películas?’. A continuación, había cuestiones del tipo ‘Me motivan aquellas series o películas que me permiten reflexionar y compartir mis creencias’. También afirmaciones como ‘me interesan algunas series porque aprendo Historia’”, ilustra Lozano.

Los serieadictos “buscan, por un lado, el crecimiento intelectual y cognitivo, y por otro, el socioemocional”, aclara Muñiz: “Consumen ficción para descubrir mundos o relacionarse. De ahí, que presenten mayores niveles de felicidad eudaimónica“, reitera este profesional.

Fuentes del artículo: atresplayer.com, el mundo.es, sensacine.com, estedemadrid.com